Llegué a España en busca del mar y sus maravillosos vinos, pero lo que encontré fue el amor. Descubrí a alguien con quien compartir la pasión por los vinos y aprendí que cuando te entregas a lo que realmente te apasiona, las cosas mágicas suceden.

 

Juntos exploramos las regiones vinícolas y encontramos una pequeña bodega que trabaja con amor y consciencia. Ubicada bajo terrazas inclinadas de garnachas y cariñenas centenarias, practica la agricultura heroica y cuida el paisaje con mínima intervención.

 

Allí, encontramos botellas esperando pacientemente en el fondo de una pequeña cueva de piedra, esperando el momento óptimo para ser disfrutadas. Y esta botella en particular ha pasado 12 meses en barricas de segundo uso de roble francés y ha madurado durante más de 15 años, aguardando en silencio y penumbra, el momento perfecto para revelar el potencial del amor por la tierra convertido en vino.

 

Como dice Mario Benedetti, somos una casualidad llena de intención. Esta historia es la prueba de que a veces, cuando seguimos nuestras pasiones y nos abrimos al amor, encontramos experiencias inolvidables y mágicas en nuestro camino.